Los Hornos de Hitler quizá es uno de los libros más controversiales que se han escrito hasta el momento, puesto que, en realidad son recopilaciones de testimonios de una sobreviviente al gran genocidio ocurrido en los campos de concentración en Auschwitz y Birkenau. En el artículo que le traemos el día de hoy, le mostraremos el resumen de Los Hornos de Hitler, más específico, un resumen por capítulos.
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Sinopsis de Los Hornos de Hitler
Es un desgarrador testimonio de parte de una sobreviviente al genocidio en los campos de concentración de Auschwitz y Birkenau. Revela una visión impresionante sobre la historia de cinco chimeneas que liberaban humo con el olor de la carne de miles de seres humanos, entre ellos los padres y los dos hijos de la escritora.
Sin duda es una obra que no muestra ningún tipo de restricción ante la barbaridad de lo que sucedió en esos lugares, la brutalidad que se generaba por parte de los soldados y el sadismo que era su día a día en uno de los genocidios más grandes y documentados de la historia de la humanidad.
Un relato que muestra los horribles »experimentos científicos» que se llevaban a cabo. ¿Cómo era el comportamiento de todos aquellos soldados de Auschwitz y Belsen?, ¿Quién fue Joseph Kramer, juzgado como el criminal número uno en el proceso de Luneburg?.
Olga Lengyel conserva como un constante recordatorio de lo que vivió en esos lugares, cicatrices y la marca en su brazo que indicaba su prisión, pruebas indelebles que mantienen su espíritu intacto de humanismo. En Los Hornos de Hitler la autora cuenta sobre el mundo civilizado, los horrores y el sadismo que vivió en el régimen nazi.
Resumen por capítulos de Los Hornos de Hitler
Ya, a este punto debe saber que este libro muestra la cruda realidad de lo que ocurrió en esos campos de concentración a través de los ojos de una sobreviviente, por lo que en este apartado nos dedicaremos a realizar un resumen fiel de cada uno de los capítulos que abarca el libro.
Capítulo uno: 8 caballos o 96 hombres, mujeres y niños
A inicios del año 1944, dos terceras partes de Europa eran parte del Tercer Reich, es decir, al imperio que, en palabras de Hitler, estaba destinado a cumplir mil años. La trama toma lugar en Klausenburg o Clud, como era conocida popularmente la capital de Transilvania.
Conocemos a un matrimonio de doctores, Miclos y Olga Lengyel, ambos eran dueños de su propio hospital que fue producto de años de dedicación y esmero de parte del esposo, tenían dos hijos: Thomás y Arved, (el padre de la escritora y el padrino de la misma). A pesar de que el peligro se sentía por toda la ciudad, el gobierno de la localidad estaba de acuerdo con el régimen nazi y le mostraba su total apoyo.
Al principio se creía que las historias que narraba el oficial nazi antes de arrestarlos no eran más que exageraciones, hechas para crear el pánico en los habitantes, ya se había escuchado algunas cosas acerca de los campos de concentración pero no se podía creer que existiera tanta crueldad. Bien se conocía que la ideología principal del Partido Nacional Socialista de los Trabajadores Alemanes se basaba en la creencia de que había una raza superior.
Los alemanes eran Arios, eran descendientes de la raza caucásica, lo que significaba que nunca se habían juntado con otro miembro externo de su raza. Por lo que su raza era superior y por ende estaba destinada a gobernar el mundo. A partir de esta creencia, miles de soldados la adoptaron firmemente y esto fue lo que llevó al estallido de la segunda guerra mundial.
Comienzan los despidos masivos de judíos, la confiscación de sus pertenencias y poco a poco este grupo se encontró sumergido en la pobreza. El gobierno Húngaro pronazi, creo la acción policial secreta, mejor conocida como la Gestapo y las fuerzas de los SS.
Era normal que los soldados nazi realizaran saqueos en los comercios y fusilamientos en el bosque, los cuerpos de las víctimas eran arrojados al río, por un largo periodo las señoras que se encargaban de limpiar los pescados en el mercado quedaban asombradas al encontrar restos humanos en los estómagos de los peces.
Los miembros pertenecientes del Partido Nazi, ya habían tomado una decisión para saber qué hacer con los negros, gitanos, árabes, latinos y toda aquella raza que no sea Aria, la misma no fue otra que la exterminación. Los más de once millones de judíos que vivían en la Alemania Nazi, fueron los primeros en esto. Se nombró a Adolf Eichmann, oficial SS, como encargado de realizar «La solución final».
El doctor Lengyel fue reportado por otro médico que se encontraba bajo su servicio al ver su nombre en el listado de sospechosos del régimen. No conforme con realizar la denuncia de su colega, extorsionó a su esposa para que firmara unos papeles en donde le cedían el hospital y su hogar, Olga Lengyel temiendo perder a su esposo accede a las exigencias. La única salida que encuentran es escapar, puesto que la guerra ya había llegado al pequeño poblado y con ellas las deportaciones que vaciaron la comunidad.
Miclos sería deportado a Alemania, su esposa hizo un vano intento por salvarlo, sabe que podrá reunirse con él pero no encuentra que hacer con sus hijos y sus padres. Un soldado se les acerca y les dice que puede llevarlos, que hay un tren que saldrá dentro de poco hacia la misma dirección.
Olga, Miclos, junto con sus hijos y abuelos fueron hacia la estación de ferrocarriles y encontraron los vagones que normalmente eran dispuestos para ocho caballos, en ellos se encontraban amontonados 96 personas por vagón.
Y allí comenzó su viaje durante tres días a quién sabe dónde, si querían comer o beber algo estos debían darle sus prendas de ropa a los oficiales alemanes. En el vagón murieron tres personas, los oficiales ignoraron las súplicas de los pasajeros y aquellas puertas no se abrieron hasta que llegaron a su destino.
Capítulo dos: La llegada
A pesar de que el tren ya había llegado, los pasajeros no fueron desalojados hasta la siguiente noche, tanto los médicos como los hombres y mujeres fueron separados uno de los otros, las familias también fueron separadas y en pocos instantes llegó una ambulancia para supuestamente llevarse a los enfermos para atenderlos. Cada tren descargaba de cuatro a cinco mil pasajeros, todos eran custodiados por guardias de la SS y procedían a la división, también los niños y ancianos.
Olga tenía la sospecha de que los mayores serían enviados a realizar trabajos forzados y miente diciendo que su hijo mayor tiene menos de doce años. De esta manera, toda su familia menos ella y su marido formaron parte de las filas de la izquierda, y de pronto un olor que pasó les recordaba la carne quemada. El lugar se encontraba totalmente rodeado de púas, ella y su esposo fueron separados.
A todas las mujeres se les obligó a desnudarse y meterse en un hangar. Olga logró meter unas píldoras con veneno en caso de necesitar como un último recurso, para ella, la vergüenza que sentía era superada por el miedo. Luego de examinarlas frente a unos soldados ebrios, les raparon la cabeza y cualquier tipo de desobediencia era castigada con un golpe en la cabeza o bien en sus zonas privadas.
Olga se encontraba en el campo de concentración de Birkenau, a ocho kilómetros de otro conocido como Auschwitz. Un edificio de ladrillos que desprendía un olor dulce, Olga supuso que era una panadería.
Capítulo tres: La barraca 26
No tardó en darse cuenta de todo lo que pasaba. Birkenau era solamente la última parada del resto de los campos en que se hacían los trabajos forzados, en donde ella estaba era el lugar de los exterminios donde estaban las cámaras de gas y los hornos crematorios, simplemente, no dejaban de funcionar.
La barraca 26 era una especie de establo donde había unos camastros y dormían de 16 a 20 personas. Las barracas se encontraban por todo el lugar y cada noche eran iluminadas por los reflectores.
Capítulo cuatro: Las primeras impresiones
Luego de haber transcurrido dos días les dieron su primera comida, una bebida de sabor horrible que ellos en tono de burla decían que era café, al mediodía una sopa repugnante y para finalizar, en la tarde un trozo negro de pan.Quienes las custodiaban las reprendían ante la menor provocación. Irka, una mujer polaca que tenía ya cuatro años en Birkenau le habla a Olga de los hornos. Ella descubrió que toda su familia había sido enviada a los hornos, incluido su hijo que no habían seleccionado.
Olga desesperada intenta buscar a su esposo, ya que éste poseía el título como doctor y era probable que siguiera con vida, al encontrarlo ambos se asombran del cambio tan drástico que tenían, sus cuerpos estaban prácticamente en los huesos. Miclos le pide a su mujer un poco del veneno, pero luego se arrepiente, los soldados al descubrirlos los separan con un exceso de brutalidad y al día siguiente se dio la orden de que los hombres fueran sacados del campo.
Capítulo cinco: La llamada a lista y las selecciones
Cada día se hacían dos llamados de la lista, una al amanecer y la otra a las tres de la tarde, aunque era muy común que las dejaran esperando bajo el sol por algunas horas más, incluso puestas de rodillas. Había mil cuatrocientas mujeres en esa zona, treinta y cinco mil en todo el campo y un total de doscientos mil en toda el área comprendida de Birkenau-Auschwitz, todas ellas debían estar presentes en el llamado, no importa la condición de salud en la que se encontraran, si alguna por alguna circunstancia se atrevía a faltar todas serían castigadas.
Las selecciones eran hechas por el doctor Mengerle, el doctor Klein, Irma Griese y otros altos oficiales Nazis. Dichas selecciones eran para la cámara de gas o bien para algunas industrias, se seleccionaban alrededor de unas veinte a cuarenta personas por barraca, y en promedio unas quinientas a seiscientas personas eran enviadas a morir por este medio.
Capítulo seis: El campamento
Había una avenida principal de quinientos metros de largo en todo el campamento, la cual estaba rodeada por las barracas en cada lado. Las mismas eran en algunos casos, retretes o lavabos, también se disponían de algunas para poder conservar la comida, otra administraba y alojaba a las reclusas. Había una jefa por cada sección: Blocovasmismas a éstas se les permitía escoger las mejores comidas y prendas, además de seleccionar a algunas de las mujeres para que fueran sus esclavas.
A pesar de estar todas atrapadas en el mismo lugar se creaban peleas entre todas, puesto que era la única manera que tenían para sobrevivir, se robaban la ropa sin importar si esta estuviera en mal estado, la poca comida que les daban, cualquier cosa que sirviera para intercambiar en el mercado negro.
Capítulo siete: Una proposición en Auschwitz
Olga pronto conoció a un joven polaco que era el único que sonreía a pesar de ver cada día el mundo horrible a su alrededor, en palabras de la escritora él «era la única voz que tenía sonidos humanos», por lo que se vuelven amigos. Tadek un día le dice para salir de las barracas e ir a un lugar apartado en donde algunos de los prisioneros se encontraban cocinando una papa.
Para Olga esto era algo imposible, ya que ningún alimento de esa clase estaba destinado a ellos. Tadek le muestra que sus verdaderas intenciones era seducirla, al ver esto Olga queda decepcionada de la realidad, el joven no se disculpa por sus acciones y le explica que dentro de ese lugar la vida es un infierno y que todos deben preocuparse al menos de pocos placeres, por lo que le explica que él consigue la comida a través de sexo.
Olga había pasado días sin haber comido y decidió ir a un apartado donde se decía que los hombres comían y que era posible que alguno al menos compartiera una pequeña porción de su pan. Pero al llegar al lugar sólo encontró a hombres y mujeres apretujados, ese el mercado negro de favores sexuales, las reglas eran claras, un poco de mantequilla por sexo.
Vio a un anciano que estaba remojando su pedazo de pan y le sobraba una patata que por falta de dientes no podía comer, este se la ofrece a ella pero antes que la pudiera siquiera morder otra mujer se la arrebató de las manos. En ese lugar el reclamo nunca servía de nada, se regían por la ley del más apto.
Capítulo ocho: Soy condenada a muerte
Al pasar varias semanas, Olga no era más que un saco de huesos enferma con fiebre y tos, un día fue seleccionada en el listado para ir a las cámaras de gas, a lo que quedó asombrada puesto que muchas de sus compañeras preferían ignorar la existencia de los hornos, así que se encontraba en el dilema de hacerlas reaccionar a como dé lugar.
Por lo que planea una huida con una de sus amigas pero ésta aún se niega a creer que todo lo que le cuenta es real. Olga logra llegar hasta otra barraca donde se cambia y sigue su camino, pero la blocova de su zona de trabajo la reconoce y le pide sus botas a cambio de su silencio, ésta acepta y es devuelta con las demás.
Capítulo nueve: La enfermería
Un día se da el anuncio que pronto se instalaría una enfermería, al cabo de unos días el hospital ya está listo para emplearse, Olga es llamada para formar parte del personal y se muda a éste donde su estancia mejoró un poco. Todos los días se levantaba a las cuatro de la mañana para atender a las mujeres enfermas hasta entrada la noche, podía recibir en un solo día a más de mil quinientas enfermas.
A pesar que el promedio de las pacientes del hospital rondaba entre las cuatrocientas a quinientas personas, eran escasas las medicinas y el agua, por lo que hasta las operaciones debían realizarse en condiciones desagradables y degradantes. Tanta era la suciedad del lugar que la autora confiesa que no creía que los instrumentos estuvieran realmente esterilizados. El total de internadas en todo Birkenau ascendía a treinta mil, y sólo cinco mujeres las atendían.
Las cinco mujeres que pertenecían al personal de la enfermería no poseían ninguna clase de uniforme, atendían con las mismas ropas sucias con las que llegaron. Solo una mejora en cuanto a sus dormitorios, puesto que tenían un retrete usado de la barraca doce y seis camastros donde dormían todas ellas apretadas.
Capítulo diez: Un nuevo motivo para vivir
Aunque en el campo la gran parte de las personas que se encontraban eran mujeres, había algunos hombres, entre ellos un francés al que la autora solo llamo L, el cual era un paciente regular en la enfermería. A demás de que su presencia las llenaba de alegría y diversión, este hombre también traía noticias de como avanzaba la guerra esto hacía que las mujeres se les llenara el corazón de esperanza.
Olga por un momento cae en una depresión en donde L interviene y le pide que continúe adelante, que recuerde que su trabajo a pesar de las circunstancias salva a las personas, L le pide que toda la información que éste le proporciona la divulgue y mantenga la fe y la esperanza viva en sus compañeras, y a través de su cargo queda perfecta para la oficina de correos.
Bajo su cargo estarían las cartas y paquetes que se mandan y reciben, nunca sabría el nombre de las personas y por cuestiones de seguridad ellos tampoco la conocían a ella, si era atrapada sería enviada a las cámaras de gas y de allí al crematorio, pero Olga quiere que se sepa toda la verdad acerca de los nazis y acepta unirse a la Resistencia, y gracias a esto pudo conocer las noticias de lo que ocurría en Birkenau y Auschwitz.
En tiempos anteriores, todas las personas que eran seleccionadas eran fusiladas, para 1941 se instalaron cuatro crematorios en donde, a judíos y cristianos eran enviados por igual. Fue a partir de 1943 cuando se reservó «la solución final» exclusivamente al europeo que practicara la religión judía y a los gitanos. Dos de los cuatro crematorias eran enormes, era increíble la cantidad de personas que se consumían en esos lugares en poco tiempo, cada una de ellas venía con un vestíbulo, un horno y la cámara de gas, además de que poseían una chimenea que era encendida por nueve hogueras.
Los cuatro hornos de Birkenau eran encendidos por treinta fogatas que podían reducir a cenizas a 360 personas en solo media hora y a más de 280 en solo 24 horas. Adicional a esto, la escritora hace mención de las conocidas »fosas de la muerte» allí eran arrojados más de 24 mil cadáveres de reclusos hechos cenizas al día.
Todos los días llegaban al campo de Birkenau dos o tres trenes, cada uno con treinta o cincuenta vagones repletos de judíos, enemigos políticos, criminales, prisioneros de guerra y civiles. Todos aquellos llegaban bajo falsas promesas, y siempre era el mismo ritual: izquierda cámara de gas y derecha, detención temporal en Auschwitz.
El procedimiento consistía en que los deportados eran traídos bajo falsas promesas, las familias podían estar juntas, se escuchaba jazz de fondo, en las cámaras se amontonaban la mayor cantidad de reclusos posibles, luego se cerraba la cámara. Un soldado alemán dejaba caer una pastilla de cianuro cuando la temperatura en la cámara estuviera alta, no tardaba mucho la asfixia.
Al abrirse las puertas se encontraban los cuerpos sin vida de cada una de las personas, si había algún moribundo se le arrojaba con brusquedad los cadáveres de otros y todos eran llevados luego al crematorio. Pero estas tareas no eran realizadas por otros soldados, los mismos reclusos tenían que llevarlos y quitarles los dientes, prendas y cortarles el pelo. Tarde o temprano a ellos también les tocaría el mismo destino.
Capítulo once: Canadá
Canadá era el edificio en el que se guardaban todos las pertenencias que les eran confiscadas a los reclusos en su llegada, en el se encontraban trabajando un aproximado de 1200 hombres y 2000 mujeres. Dentro de este edificio podías encontrar de todo, desde los juguetes de los niños, hasta botellas de vino, trabajar allí o tener algún tipo de contacto te hacía la vida un poco más sencilla ya que gran parte del mercado negro se manejaba tras sus puertas. Un kilo de mantequilla por 500 marcos, un kilo de carne por 1,000 marcos, un cigarro 7 marcos.
Capítulo doce: El depósito de cadáveres
Olga a pesar de trabajar como una enfermera eso no la libraba de participar en el traslado de los cadáveres. En esencia su trabajo consistía en llevar los cuerpos sin vida de los enfermos hasta el depósito de cadáveres, en muchas ocasiones sus enfermos eran una carga en pocos días.
No tardó en darse cuenta que habían irregularidades con respecto a su ciclo menstrual, y luego Olga entendió que se realizaban ciertos experimentos con las mujeres que estaban recluidas, puesto que agregaban ciertas sustancias en sus comidas.
Capítulo trece: El «Ángel de la Muerte» contra el «Gran Seleccionador»
El doctor Fritz Klein, quién había seleccionado a Olga Lengyel como enfermera, era un alto oficial que se encargaba, junto con Irma Griese y otros oficiales de seleccionar a los reclusos que serían mandados a las cámaras de gas los días lunes, miércoles y sábados. Irma Griese tenía 22 años y según palabras de la escritora, era una mujer de extrema belleza que degustaba pasearse frente a las prisioneras moviendo sus caderas y presumiendo sus perfumes, también la describe como alguien muy cruel, dado que sus castigos eran con látigo y al azar.
Por su parte, el doctor Klein llegaba a mostrar ciertas pruebas de que había algún tipo de bondad en su persona, o al menos algo de humanidad, en algunas oportunidades había quitado a mujeres que ya le tocaba irse a las cámaras de gas.
La autora narra cómo luego de algunas insistentes súplicas, el doctor Klein había salvado la vida de treinta mujeres. Olga Lengyel fue castigada por Irma Griese pero esto se detuvo cuando apareció el doctor y la mandó a llamar para entregarle un paquete de medicinas, ante esto Irma protestó y tuvo una acalorada discusión con el médico acerca de la reclusa, pero éste no se dejó intimidar le recordó cual era su puesto en el pabellón. Cuando la autora llegó a su barraca, fue llamada por el «ángel de la muerte» quien la golpeó repetidas veces.
Capítulo catorce: Organización
En este lugar el término organización hacía alusión a robar, a quitarle las cosas a los alemanes para las reclusas. L logró conseguir cinco cucharas de plata y le regaló una a Olga que, como todas las demás prisioneras comía con las manos, sin embargo, esto no le duró mucho ya que le fue robada por otra reclusa que descubrió tiempo después que antes de estar allí era millonaria.
Capítulo quince: Nacimientos malditos
Los nacimientos eran el problema más grave que se presentaba en el pabellón de enfermería, no solo por las condiciones en las que se encontraba el lugar sino que, si el bebé nacía y estaba vivo y la madre también, no tardarían en enviarlos a las cámaras de gas, los bebés que nacían muertos eran los únicos que garantizaban que la madre viviría, al menos unos meses más, por este motivo Olga y otras enfermeras sacrificaban a los bebés.
Ningún soldado nazi aceptaba los nacimientos, a cada mujer que veían que estaba embarazada era una mujer condenada a muerte, y si alguno lograba nacer, no importaba, su destino era morir en Birkenau.
Capítulo dieciséis: Algunos detalles de la vida detrás de las alambradas
Para finales de noviembre del año 1944, la seguridad en el campo había sido reducida de manera considerable de tal manera que daba cierta facilidad para que tantos hombres como mujeres se hablaran a través de la cerca. Durante ese tiempo muchos romances se formaron y otros dejaron sus vidas en esa cerca eléctrica para ya no volver a ver a su pareja. La autora fue tatuada con los números: 25, 413. Habían toda clase de signos que se escondían detrás de esos tatuajes: la nacionalidad, el crimen, la religión, su carácter de condenado a muerte, etc.
Dentro del campo estaba terminantemente prohibidas las expresiones de las creencias religiosas, los creyentes eran los objetivos de humillaciones favoritas de los soldados. Los clérigos los obligaban a realizar los trabajos más difíciles, mientras que las monjas debían ver todo tipo de sacrilegio mientras eran violadas por todos los soldados. La escritora narra que una de las monjas se mantuvo y dijo: »No hay nación que pueda existir sin Dios».
Capítulo diecisiete: Los métodos y su insensatez
Las torturas por las que pasaban las reclusas iban de polo a polo, desde lo horrible hasta lo descabellado. Las podían poner a cargar consigo rocas pesadas de un lado a otro hasta luego limpiar las fosas que eran utilizadas como retretes, el olor que desprendían quedaba en ellas.
Los cambios de las barracas era algo del día a día al igual que los piojos, todas soñaban con poder escapar pero sabían que era algo imposible. Las custodias recibían premios por reas cazadas, la alambrada de púas estaba electrificada, había perros entrenados y la sirena sonaba permanentemente. Tadek, el polaco que en anteriores ocasiones había intentado seducir a Olga realizó un intento por escapar en vano, su castigo no fue otro que su propia vida.
Capítulo dieciocho: Nuestras vidas privadas
Durante seis meses, Olga vivió en la enfermería junto con otras cinco mujeres, luego tuvieron que aumentar el personal a 12 pues las epidemias se multiplicaban. Las amistades que tuvo siempre fueron recordadas. Luego empezó la epidemia de sarna enfermando a Olga quién continuaba recibiendo y entregando paquetes para la resistencia.
Capítulo diecinueve: Las bestias de Auschwitz
Joseph Kramer la «Bestia de Auschwitz» era el jefe que mandaba en el campo. Era conocido por haber matado en una tarde a millares de checoslovacos. La escritora tuvo la oportunidad de verlo en ciertas ocasiones, narra que en una de ellas las llamaron y les pidieron que se sentaran en el suelo, el hombre parecía estar feliz y complacido con esa actitud. Luego empezaron a escuchar a una orquesta tocando el vals y vieron varios aviones pasar, Olga se dio cuenta que grababan un falso documental.
Por su parte, el doctor Mengerle, tenía la costumbre de hacer que las reclusas se desvistieran y golpearlas por capricho. También el «Ángel Rubio» Irma Griese es recordada por su crueldad. Sólo el doctor Joseph Klein mostraba ciertos actos de humanidad ante ellas y fue el único que salvó a unas cuantas. Fue en el proceso de Luneburg donde se enjuiciaron a los jefes de los campos de concentración.
Capítulo veinte: La resistencia
Cualquier acto que tuviera lugar en los campos de Birkenau o Auschwitz era de resistencia. Cuando las mujeres que trabajaban en Canadá y desviaban las entregas hacia Alemania, cuando incluso retrasaban sus labores, cuando tenían pequeñas fiestas y buscaban hacer lo posible en reunir a las familias todo aquello era la resistencia en un solo fin, poder sobrevivir para contar todo lo que ocurrió. Toda la información que recibían era de parte de L que con esfuerzo logró construir una radio. Las noticias de las ofensivas de los aliados elevaban la moral de las custodias.
El 7 de octubre de 1944, uno de los crematorios explotó por un miembro de la resistencia que introdujo bombas caseras. Éste sabía que no le quedaba mucho tiempo en aquel lugar puesto que se encargaba de retirar los cuerpos de las cámaras y las personas con esa labor duraban a lo mucho dos meses. Así que decidió dedicar los últimos días de su vida a destruir al menos una de esas cosas, entre la confusión varios reclusos lograron fugarse, pero el grupo que había provocado esto fue capturado y ejecutado con un disparo en la nuca.
Capítulo veintiuno: París ha sido liberado
Un recluso francés llegó un día a la enfermería y llamó la atención de Olga, éste hizo lo más que pudo para contener la alegría que sentía, le dije al oído que París había sido liberado. No tardó mucho para que el rumor se propagara por todos lados y la esperanza empezó a surgir en cada uno de los prisioneros.
Capítulo veintidós: Experimentos científicos
Los experimentos que realizaban los altos dirigentes nazis eran igual que su ideología, algo muy absurdo. Miles de conejillos de indias fueron torturados en estos experimentos para poder averiguar cosas como: cuánto aguanta un cuerpo humano a bajas, o altas temperaturas antes de morir, algunos eran sumergidos en agua salada, la castración era llevada a cabo de la manera más extraña e incluso le daban sustancias a las mujeres para lograr reducir sus deseos sexuales.
En una oportunidad les llegó medicina para los enfermos de tuberculosis, ésta hizo que murieran y los pulmones fueron llevados para examinarlos. Se realizaban pruebas hormonales y se les ofrecía medicinas caseras para el insomnio que solo provocaban la muerte. Un millar de muchachos entre 13 y 16 años fueron castrados solo para el deguste nazi. Las mujeres eran expuestas a los rayos X y luego se les extraían sus ovarios para analizar las lesiones ocasionadas.
Capítulo veintitrés: Amor a la sombra del crematorio
Era notorio que los soldados alemanes intentaban a toda costa eliminar toda clase de raza inferior a ellos por esto hacían todo lo posible para reducir la descendencia, sin embargo, el amor surgía en ocasiones, amor enfermizo. Las blocovas tenían sus amoríos al igual que los soldados Nazis. Dentro del campo había un burdel, si en el tren veían a una mujer que les gustara estos la apartaban y se la llevaban a su propio burdel. Era raro que una custodia tuviera amante y las que lo tenían gozaban de privilegios. También los soldados entrenaban a los perros para violar a las prisioneras por gusto.
El avance de los rusos era un hecho y poco a poco ya se podía respirar un poco más la libertad. A medida que esto avanzaba las fiestas se volvían mas descontroladas y habitualmente terminaban en orgías.
Capítulo veinticuatro: En el carro de la muerte
Olga jamás perdió la esperanza de volver a ver a su esposo y luego de realizar algunas investigaciones logró saber donde estaba. Pudo enviarle una carta donde le avisaba que iría por él, el modo de hacerlo fue por medio del «carro de la muerte». En éste se transportaban personas con trastornos que para los ojos de los alemanes resultaban interesantes, se podía encontrar de todo en este lugar, así que Olga se subió para el encuentro con Miclos.
En este nuevo encuentro se veían más calavericos que la última vez, en esta ocasión se despidieron de manera discreta ya que Olga estaba de encubierta. Esta fue la última vez en que la escritora vio a su esposo, un día estaban desalojando la zona y su esposo paró para ayudar a una persona que se encontraba desfalleciendo en el suelo, ambos fueron asesinados por un soldado nazi.
Capítulo veinticinco: En el umbral de lo desconocido
El 17 de enero de 1945 se pidió desalojar Birkenau de inmediato así como la destrucción de todo tipo de documento que se encontrara en el lugar. La evacuación tuvo lugar a la media noche, todos rumbo a Alemania. No había duda de que las tropas soviéticas se encontraban cerca de ahí. Olga Lengyel salió de Birkenau con vida. En el camino se encontraban muertos por todas partes pero nadie se detenía por temor a los soldados y sus perros que mantenían el orden en las filas. Un sonido estruendoso a lo lejos confirmó la noticia, los rusos se encontraban «a un disparo de ahí».
Capítulo veintiséis: La libertad
Las detonaciones se escuchaban cada vez más, los muertos aumentaban y nadie podía detener el paso, no podían caer ante los rusos. Las órdenes a los soldados eran claras, Olga sabía que tenía que escapar, logró esconderse en la noche y huir luego. Logró llegar a una iglesia donde fue recibida por un hombre y su familia, los alemanes continuaban su patrullaje por la zona, Olga estaba en Polonia cuando fue capturada de nuevo pero volvió a escaparse. Ya pronto todo habría terminado, pudo visualizar las velas de Stalin alumbrando el cielo Alemán. Esa noche, las tropas rusas tomaron Berlín.
Capítulo veintisiete: Todavía tengo fe
Olga Lengyel cierra su testimonio con una reflexión sobre la crueldad en el hombre y pone en duda sobre la parte benévola. Las personas que tuvo la dicha o desgracia de conocer en ese lugar, le enseñaron a mantener la moral, la fe y la esperanza en alto. A esas personas y a todas las víctimas que estuvieron en ese infierno les dedica sus memorias.
Opinión de Los Hornos de Hitler
El libro los Hornos de Hitler, es un libro que muestra una perspectiva cruda y sin censura de todo lo que ocurría en los campos de concentración durante la Segunda Guerra mundial, haciendo que cada lector que pase por sus páginas sienta el dolor, el asco, la tristeza y hasta la desesperanza que debió haber sentido la escritora durante su estadía en ese lugar.
Muchos sabemos que los horrores que pasaban tras ese alambrado eran innombrables pero esta mujer tuvo el valor de sobrevivir para que todo el mundo conociera no sólo su historia, sino la de cada una de las reclusas y de todo ese mundo que llevó a transformar a los prisioneros en casi animales.
Sin duda es un libro que invita a hacer una reflexión acerca de ¿Hasta qué punto el ser humano puede ser cruel?, nos muestra que todo ese sufrimiento y horrores que vivió durante su tiempo en los campos fue raíz de una ideología absurda, el solo creer que eran una raza superior les daba el derecho de poder juzgar a los demás como seres inferiores, incluso más bajo que los animales.
Así como éste testimonio hay más de algunos sobrevivientes de esta tragedia en la historia de la humanidad. En conclusión, la crueldad del ser humano no tiene límites y solo basta con que un hombre presente una idea con la suficiente fuerza para hacer que el mundo se ponga de cabeza.
Detalles de la escritora
Lengyel nació en Rumania, en una región dominada por Hungría. Durante el periodo de la Segunda Guerra Mundial realizó sus estudios en enfermería y posteriormente se casó con el doctor Miclos, los Lengyel poco después fueron deportados y enviados a los campos de concentración, allí la familia de Olga falleció al poco tiempo y su esposo murió pocos días antes de la liberación.
Lengyel fue la única que sobrevivió de su familia en los campos y su vivencia fue narrada en su libro Five Chimneys (Los Hornos de Hitler, en la edición española), que se publicó en 1947. Luego del Holocausto, la escritora dedicó el resto de su vida en mantener con vida las memorias de todas aquellas personas que perecieron en los campos con ella.
Finalizada la guerra se fue a vivir a los Estados Unidos. Según el sitio web de «The Memorial Library», Olga fundó la Librería Memorial, localizada en el número 58 East 79th Street, la cual fue promocionada por la Universidad del Estado de Nueva York. Olga murió el año 2001, a la edad de 93 años, habiendo sobrevivido a Auschwitz, sufrido la muerte de su esposo, hijos y padres en el campo de concentración y luego de haber batallado contra las etapas del cáncer.
Su testimonio fue la pieza clave para el juicio de Bergen-Belsen, contra el Dr. Joseph Mengele. También contra el SS Hauptsturmführer (Capitán) Josef Kramer, Comandante del Campo de Concentración de Birkenau; Irma Grese, famosa celadora SS de Birkenau y el Dr. Fritz Klein, rumano quien llevó a cabo los experimentos científicos a los prisioneros.
Dedicatoria de la obra
Una vez que ya ha leído sobre este valiente testimonio de una sobreviviente de la Segunda Guerra Mundial, es propio finalizar este artículo con la dedicatoria hecha por la escritora:
“Dedico este libro a la memoria de mis padres, de mi esposo e hijos, y a mis congéneres de todas las nacionalidades y credos; así como a la inocente población civil europea que sufrió la matanza de millones de seres asesinados por los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial.
También dedico este libro a los héroes de guerra que ofrendaron su vida para evitar la consumación del sueño de los alemanes: Aniquilar a todas las naciones y crear un mundo habitado únicamente por alemanes, bajo la protección de Wotan su terrible dios pagano”
Ha sido todo por el artículo de hoy, si desea leer otros resúmenes le invitamos a hacer click en: Carrie (Novela) y Apocalipsis, Stephen King